Anna trabajó para interviú pero no estaba en plantilla. Era la fuerza expresiva y la visión personal de sus imágenes las que la llevaron a la rotativa. Supo convertir las limitaciones en la clave de su trabajo:
Frente a la foto oficialista de las inauguraciones y las visitas políticas para las que no estaba acreditada, Anna se escondía entre la gente, ciudadanos anónimos la protegían de la censura. Sólo así congelaba la cara más reivindicativa de un pueblo, el gallego, con el que nadie contaba a la hora de tomar decisiones: hacer autopistas cancelando los históricos caminos rurales, cerrar los astilleros, quitar el mar a las mariscadoras, sumergirse en las manifestaciones nacionalistas...
Estaba siempre en primera linea, con la cámara directamente sobre los protagonistas; sobre las personas anónimas a las que les dio voz.
La visita coincidió con la proyección del documental, La mirada de Anna, de Lorenzo Soler sobre ese momento de su vida, pero lo mejor fue tenderla en directo, escuchar como animó a los estudiantes de fotografía y de diseño a contar sus propias historias. Estas fueron sus palabras:
Tenéis que documentar vuestro momento. Hacer una foto, es hacer historia, es opinar. Nosotros ya lo hicimos, ahora es vuestro momento. Si vosotros no lo contáis ¿quien va a hacerlo?
Ahí quedó la invitación. Sólo queda pensar qué queremos contar, cómo afrontarlo y en qué medios lo vamos a difundir. Internet, es por el momento, un canal libre y gratuito, pero hay fanzines, salas de exposición, prensa, escuelas...un montón de lugares donde compartir nuestros proyectos.
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